martes, octubre 30, 2007

INes UnA PalenQueRa A MeDiaS

Su nombre es Juana Inés Herrera Ortega, no relata su historia por miedo a pronunciar sus propias palabras, prefiere que mis letras hablen por ella.

A sus 27 años de edad cecea como niño de 5, su lengua es incapaz de pronunciar la letra R, la palabra ferrocarril es un imposible. Inés, como prefiere que la llamen, es una mujer cuya vida transcurre con la esperanza de tener una casa propia, que sus dos hijas se gradúen del colegio y que su marido permanezca a su lado.

A simple vista no difiere del resto de las mujeres de Palenque, su negrura, sus trenzas largas y postizas, su figura impresionantemente curvilínea y sus ojos penetrantes la delatan; sin embargo Inés dista mucho de ser una representante digna de su pueblo, lejos de sus rasgos físicos, ella es menos palenquera de lo que parece.

Creció alejada del Bantu, los cantos Lumbalu y la venta de cocadas, pero es experta en trenzar cabezas, masajear cuerpos y cobrar de más a cualquiera con cara de plata sea costeño o cachaco pues hay que honrar el divino mandato de papaya ponida papaya partida.

Sentada en los muebles de la sala de la casa donde trabaja como empleada del servicio, no deja de hacer gestos con sus manos para enfatizar cada una de sus respuestas, eso si nunca falta la girada de los ojos al final de cada frase. Para ella la altivez no es pecado, es su prerrogativa.

Ya decidida a que mí libreta de apuntes no la asuste cuenta.

“Cuando tenía 7 años nos fuimos de Palenque para Venezuela en busca de una mejor vida pues allí había trabajo para las mujeres, nos fuimos mi papá, mi mamá mis dos hermanos y yo. Allá vivíamos bien, yo regresaba a palenque para las fiestas de fin de año con mis hermanos mis papás sí se quedaron amañados.”

Inés mira la hora y me recuerda que hoy necesita irse temprano porque es el cumpleaños de su hija menor de 3 años, Yainelis, cuyo nombre le valió una discusión con el notario para su registro.

“ A los 16 años cuando vine para unas fiestas conocí a mi marido y nos salimos, salí embarazada de mi hija mayor y nos vinimos a vivir a Cartagena a la casa que era de mi mamá, a mí me toca esa casa porque soy la única hembra y porque soy la ultima”

Sin embargo Inés y su familia no viven solas, en esa misma casa que reclama como propia viven sus hermanos, sus sobrinos y sus cuñadas, a quienes no ve la hora de que se vayan por cuenta propia, o que el testamento de su madre los saque de ahí.

“ Al año mi marido y yo nos dejamos y yo regresé a Venezuela con mis papás pero al año él me fue a buscar. Yo lo perdone y desde entonces estamos juntos, él es albañil y está trabajando en la construcción de los edificios por la Plazuela”

Por su marido le ha tocado pelear más de una vez, con quienes ella llama las vagabundas que les gusta lo ajeno, hasta con sus propias cuñadas se ha enfrentado por sospechas de infidelidad.

Si algo la hace palenquera es su delirio por la champeta, los vallenatos de Diomedez y las canciones de Farid Ortiz, no fue casualidad que el marido por el que tanto peleo la haya conocido en una caseta.” En diciembre siempre vamos a picotear, a palenque llevan casi siempre todos los picos”

Tal frenesí por la champeta la llevo a unirse al grupo La Farrita, conformado por palenqueras puras, de acentos inalterables y de caderas amplias.

“ La Farrita es para baile y rumba, nos reunimos cada 15 días para organizar la comida y el sitio, rotamos las casas y damos una cuota de veinte mil pesos cada una para cuestiones de gastos,,, también si alguna compañera necesita para hospitalizarse, usamos ese fondo, o si a alguien se le muere algún familiar damos dependiendo si es la mamá o los hijos, damos veinticinco mil pesos cada uno, papá veinte mil y hermanos quince mil”

Si bien es la menos palenquera del grupo la tratan por igual pues el color moreno no destiñe y todas reconocen sus raíces comunes.

Inés no reniega de su pasado, no se queja por su presente y no codicia su futuro. Con una última girada de ojos sanciona:

“Hoy es el cumpleaños de mi hija, cuando crezca quiero que sea abogada, a mi me hubiera gustado ser abogada, pero no me quejo, aun no le he preparado nada; apenas llegue me pondré a cocinar”

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viernes, octubre 26, 2007

BendiTa PuBlicidaD

Oliviero Toscani









Fundación Emergence


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martes, octubre 23, 2007

LoST

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sábado, octubre 20, 2007

Un ReQuim para Carlos


Recuerdo exactamente lo que estaba haciendo cuando supe que mi profe Carlos Ospina murió, era una mañana medio soleada, como siempre me levante y empecé a deambular en toalla, encendí el televisor y pasé canal tras canal hasta encontrar los animados de la mañana. Me acomodé en la silla, alcé las piernas y recibí el mensaje de texto. “Byron, Carlos Ospina falleció en la madrugada, llámame”.

Apagué mi celular y caminé hasta mi balcón, lo encendí de nuevo y volví a leer el mensaje, no sabía que sentir, no era sorpresa, tampoco era alivio ni tristeza, simplemente era eso. Sentir.

Un año después de su partida el sentimiento es muy parecido. Aún parece no ser cierto el hecho que ya no esté. Carlos fue un gran profesor y gran maestro, un visionario y “un experto en lenguaje de señas”.

El se dio por completo, aún en sus últimas semanas, nos regaló a sus estudiantes la esperanza que él ya no tenía, el ánimo que él necesitaba, la motivación que desconocíamos.

Alguien muy especial escribió para él en el día de su muerte; ella no narró en tiempo pasado, siempre lo hizo en presente, y tuvo razón. Carlos está con nosotros, en nuestros conocimientos y reflexiones, en nuestras críticas y cuestionamientos, pero sobretodo en el perfil de comunicador social que debemos y tenemos que ser.

Ella tuvo razón, Carlos no fue, es. Ella tuvo razón…los hombres de verdad nunca mueren.

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viernes, octubre 19, 2007

La oBra ValLenatA de QuIRoz


El periodismo en Colombia nació de un vallenato en las largas jornadas de arreo de vacas, novillos y terneros, de la sombra de un palito de caucho a la orilla del mágico Magdalena como testigo y de la transparencia traicionera de un aguardiente.

La obra de Ciro Quiroz Otero, “Vallenato Hombre y Canto”, hace un viaje a través del mundo vallenato redescubriendo la esencia única de este género musical trasgresor de las normas musicales, de cuna popular y símbolo hoy representativo de la colombianidad.

Quiroz, doctor en Derecho, Ciencias Sociales y Políticas, cronista galardonado y ensayista, se dio a la tarea de unificar y ofrecer un compendio documental que saneara los diversos vacíos y desvíos conceptuales alrededor de la temática del folclor vallenato a través de una narrativa que invita al conocimiento, la reflexión y la crítica histórica del género.

Y es que el material comprendido en este texto no sólo logra la satisfacción del lector en cuanto no equipara en datos e informaciones, sino que a lo largo de la lectura el efecto sonoro de las letras invita sin oposición alguna a tararearse más de un canto vallenato.

“Vallenato hombre y canto” ofrece un mapa para entender la cultura caribe y su ancestral legado musical, enmarcado en el fenómeno de la música vallenata; dando un especial tratamiento a temas tan discutidos en el mundo de la música popular como el reconocimiento del lugar de origen de los cantos, los instrumentos de un toque, los diferentes matices de composición a través del Magdalena y del Sinú y la riqueza lírica de sus letras.

De igual forma el humor y el carisma propio de la región no deja de estar presente en las páginas de esta obra, que va desde la sátira de la cultura del deja´o, la defensa del pobre frente al encorbata´o o el combate lingüístico de una piqueria.

La lectura del libro resultará tan pegajosa como un buen vallenato, y tan llamativa como un merengue de Lorenzo Morales; con la lectura lo acompañará incluso la figura del legendario Francisco el hombre, los paseos de Escalona o sentirá la maestría de Alejandro Durán.

Es así que esta obra se suma a la reivindicación de un género musical cuya particular combinación de prácticas y mitos lo ha convertido en representante privilegiado del folclor nacional, y cuyas transformaciones han enojado a más de un viejo de la época de Leandro Díaz, enamorado a más de una niña con los Inquietos y galardonado a un Carlos Vives y a un Cabas.

No obstante el libro cuya última edición fue en el 2004 parece desconocer los nuevos movimientos y saltos generacionales presentes en la actualidad que nos muestra un vallenato con rápidas y alborotadoras melodías que parecen no calar en las modalidades tradicionales del género.

Esto sin embargo no resta importancia al aporte al reconocimiento cultural y regional de un ritmo que no nació de ganaderos sino de los que cuidaban el ganado, que no nació bachilleres ni doctores sino de orgullos desertores de escuelas, que no nació de conservadores monogámicos sino de libelares mujeriegos.

La obra de Quiroz si bien resulta redundante para un costeño no deja de encerrar el ritmo seductor de la música vallenata contagiosa y adictiva. Esa de la que se dice se hizo inmortal en una noche de parranda.

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StoP

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KEaNe--BedShaPed

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jueves, octubre 18, 2007

De ForTines BucaNeros y NarCos


Cuando se habla de Cartagena de Indias es habitual referirse a ella como la ciudad heroica, de sólidos fortines y leyendas de crudas y valientes batallas contra piratas invasores y huestes saqueadoras. Es tan recurrente situarse en el pasado melancólico y mágico del ayer que se hace más fácil deslucir el presente detrás y afuera de sus murallas. Un presente saturado de esquivos caminos alejados de la ley y el orden.

Es en este presente donde la piratería se aleja de todo su épico recuerdo de héroes y bucaneros y se convierte en la práctica de delincuentes, estafadores y necesitados hastiados de un panorama de incertidumbre y escasez laboral.

Hallarlos no es difícil; sólo basta dar vistazo a lo largo y ancho de la calle de la Moneda en el centro, en los paisajes pintorescos y multiformes de Bazurto o en los comercios lúgubres de Puerto duro.

Es así que lo ilícito, aquello de lo que Moisés Naím narra en su grueso libro de portada ostentosa, toma vida y forma en cualquier escenario donde la pobreza ha aceptado el seductor llamado de la vía fácil, o donde la avaricia de las clases altas llenan sus arcas a manos llenas. Sea en las toscas tablas de un puesto ambulante o en una oficina de un funcionario público lo ilícito late con igual fuerza e ímpetu.

De allí que para el autor, el que el singular accionar del contrabando, los traficantes y la piratería en el siglo XX haya evolucionado de un arte de parias y ratoneros a mafiosos y traquetos finos, se convierte en el mejor espejo de una sociedad de fluctuante moral y donde los aparatos de control del estado son lujos de catedral.

Naím hace un invaluable análisis de esta realidad; en medio de sus frases es fácil remontarse al país de los narcos y la leyenda de Pablo Escobar, el Pablo que escarcho a toda una región de blanca nieva de coca y panelas de aluminio.

De igual forma como la silente piratería de lado a lado en algunas calles de la Cartagena actual desdibujan un pasado de heroísmos; a 12 horas de la costa, en la templada Medellín, el fantasma de Escobar circula y escenifica la época dorada del tráfico de narcos, de los movimientos migratorios de los nuevos ricos de la zona de tolerancia en el barrio Santísima Trinidad a la impoluta y exclusiva área del Poblado, de las pintas lobas y los partidos de fútbol prefabricados. En fin, de un mundo de marañas y vericuetos que silenció las cantaletas de las madres cuando los hijos se portan mal y las cambio por los lujosos portones en las casas y costosos automóviles de la Ford.

“Los veteranos de los negocios torcidos, se asombraban de ver como Pablo, con sentido de la oportunidad y aguda inteligencia, se le media a todo lo que fuera” relata Alonso Salazar J. en su Parábola de Pablo. Aquella obra que dio a conocer en su primer cápitulo los primeros años de su vida y sus pasos iniciales en el negocio del narcotráfico.

Y para ilustrar el ambiente del capo añade “Y lo torcido- como llamaban a lo ilícito- encontraba ambiente en Medellín, que según los astrólogos, igual que Chicago, está en un campo de alta concentración de energía, donde la vida y la muerte se trenzan en un baile que se desata fácilmente en destrucción”

Los de Envigado se conocen muy bien la historia de la dualidad del redentor y el delincuente que encarnaba Pablo, por lo que en más de una vez, las calles y plazas de este municipio se tornaron en laberintos para la policía en sus operativos de captura. Hágalo por la seguridad de Colombia decía el cartel de denuncia a la policía-Y es que ¿Por qué entregar al que me dio la casita, el que me dio para el carrito y me consiguió marido a mi hija?, contó una vez una habitante.

De los tiempos de Escobar a nuestros días el negocio ha cambiado. Las historias de los ñeros y aguerridos colombianos y sus cargamentos destino USA parecen cosa de película estereotípica de Hollywood. Ahora visten de saco y corbatas, de ilustres guayaberas y liqui liqui, dejaron atrás las gruesas cadenas de oro y el juego de anillos para cada dedo, el séquito de prostitutas y la orquesta de sicarios.

Tal como lo señala Naím los límites de lo legal son más delgados de lo que se cree. El submundo del tráfico y el contrabando, y las zonas donde se aplica o como él las denomina las Zonas negras, hacen parte del legado de las prácticas que hicieron celebres a los Escobar, al Rodríguez Gacha y a los Orejuela. Hoy con un mundo donde las fronteras parecen invención del diablo, por lo que hay que acabarlas, el desafío es aún más grande pues las mismas garantías que otorga el libre mercado transnacional, también las ocupa el medio ilícito.

Rastrear los orígenes de las prácticas del contrabando sería rastrear los pasos de un ejercicio tan popular que incluso los cantos de Escalona hacen referencia a la travesura de esquivar y sobornar a las autoridades, de ser maestros del disfraz camuflando electrodomésticos entre plátanos y surcar mangles por el Magdalena, el Urabá y la Guajira.

No obstante de lo romántico de los cortejos a la Maye ya no queda nada, sino el viso de una actividad con serios efectos en la economía y el tejido social del país. Estragos que confunden lo bueno de lo malo y lo malo de lo bueno.

Juzgar al del puesto ambulante que vende DVDs. de películas y música que aún no se han estrenado, o al vendedor de la misteriosa fábrica de bolsos Lotto,s, o jeanes Chevinok es fácil. Sin embargo sería más constructivo juzgar a quien se hace de la vista gorda y desconoce la realidad detrás de tales ventas, de las tragedias de los piratas del Caribe o las aventuras de los “Putas de Aguadas”.

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